UN VIAJE...
Por: Pamela Juárez Castillo
Parece increíble todo lo que sucede cuando utilizas el metro, muchas veces por prisa, por indiferencia, o simplemente por la falta de capacidad de observación, dejamos de prestarle atención a cada uno de los pequeños detalles que pueden pasar de una estación a otra.
No es difícil imaginarse la cantidad de historias de las que nos enteraríamos si se nos ocurriera platicar con las personas que viajan a nuestro alrededor, pero ellas al igual que nosotros se mantienen alerta sobre la estación que sigue, y es que pasarse significa perdida de tiempo y no nos podemos dar éste lujo debido al ritmo de vida que llevamos.
Las circunstancias de la vida me pusieron frente a una situación difícil, una de esas cosas que te hacen pensar que todo lo que has hecho no ha servido de nada, quise alejarme un rato de la gente que me conocía y dejar de escuchar todos esos consejos que ya se de memoria.
En mi búsqueda de la soledad intente sumergirme a los territorios subterráneos de la ciudad, de hecho al haber pocas opciones elegí dar un pequeño paseo en la gran limosina naranja, así fue como llegué a la estación del metro Eugenia.
Al principio el viaje no fue nada agradable, los vidrios rayados comenzaban a marearme, la gente en busca de un asiento a empujarme, los hombres a fingir que dormían cada que una mujer se ponía frente a su asiento, y por si esto fuera poco, apenas aborde el vagón escuche a todo volumen el último hit musical acompañado de una suave voz que daba cada una de las características del disco que venia ofreciendo: “formato mp3, 125 canciones, éxitos del momento”.
Comencé a creer que mi idea de estar ahí para distraerme no serviría de nada, estación tras estación subían y bajaban vendedores que me impedían concentrarme, así que me di por vencida y emprendí el viaje de regreso a mi dulce hogar, no sin antes hacer algo que siempre había querido, observar a toda la gente que viajaba a mi alrededor.
Cambie de dirección en la estación balderas, el vagón estaba un poco vacío y esta vez ningún vendedor subió, por lo que comencé mi análisis sin ningún contratiempo; al final del vagón había una pareja de novios que se besaban apasionadamente, ¡rayos tan solo un día antes había estado igual! Al ver que era un mal objetivo desvié mi mirada hacia la persona que se encontraba frente a mí, era de edad media y casi me levanto a felicitarla al darme cuenta que leía uno de mis libros favoritos: los miserables, pero al notar que la observaba se intimido un poco y dejo de leer.
Intenté hacerme la desentendida volteando a ver a otras personas, me encontré con el niño que viajaba a mi lado y jugaba con una especie de lazo que amarraba y desamarraba, la señora que iba con él se retocaba el maquillaje y le decía que faltaba poco para llegar a casa, un joven escuchaba música y se movía al ritmo de ésta, un señor cargaba un costal bastante llamativo. En fin, había de todo tipo de personas y cada una parecía estar ahí sin fijarse en los demás.
Al fin estaba olvidando mis problemas, el sólo hecho de imaginar todo lo que esas personas esconden hizo que me alejara un poco de mis propios secretos, me puse a pensar como comenzaría una conversación con algún otro pasajero, porque sin duda se que una de mis primeras preguntas seria ¿A dónde se dirige? Algo que por supuesto cortaría la platica con una sola palabra como respuesta.
Quise seguir con mi análisis pero el tiempo no es mi cómplice muy seguido, y como era de esperar en este caso tampoco lo sería. Faltaban tan solo dos estaciones para llegar a mi destino cuando me di cuenta de que la mayoría de las veces no viajo sola en metro, por lo tanto, no tengo la oportunidad de observar a todos los que me rodean.
Al final del día con mis problemas un poco más disueltos, me di cuenta de que lamentablemente el ser humano vive bastante rápido y no se concentra en analizar los detalles de cada una de las cosas que hace, no solo en el metro sino en la vida diaria, vive tan metido en su propio mundo que deja de importarle lo que pasa fuera de él por muy cerca que se encuentre del suceso.
Lo mas triste de todo es que preocupado por sus problemas olvida los pequeños instantes que vive, esos detalles pequeños que precisamente son los que hacen la vida grande.
2 comentarios:
muy buen reportaje!!! eres una chingona y la verdad de pendeja no tienes nada te auguro un gran futuro, solo espero no pierdas esa esencia q tienes q te hace ser unika, con toda mi admiracion!!!
tu prima k@rensucha
"No ser bueno más que para sí es no ser bueno para nada" - Voltaire.
Es absurdo creer que uno puede crear, hacer, vivir por si solo. Si, por lo menos, al nacer necesitamos el empuje de nuestra madre y el jale del médico, es tonto pensar que todo lo que logremos en nuestra vida será, unicamente, por nuestros méritos. Y por eso siempre hay que agradecer a los que están con nosotros, al de junto, al de enfrente... por la enseñanza que directa o indirectamente nos dan y que hacen que seamos mejores.
La búsqueda de la soledad podría confundirse con una actitud egoísta y soberbia. Pero, como dice la canción Adiós de Gustavo Cerati, "No es soberbia, es amor". Intentar estar solo es encontrarse a uno mismo, amarse, aceptarse, tener confianza y voluntad en hacer cosas grandes, trascender y poder querer a las demás personas...
¡Qué buen rock Melissa! ¡Felicidades!
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