lunes, 5 de noviembre de 2007

BrEvE eSpAcIo

Final silencioso

Por: Pamela Juárez Castillo

Aún recuerdo esos días en los que sólo éramos él y yo, el tiempo parecía detenerse cuando estábamos juntos, las horas no pasaban en vano, hubiera dado lo que fuera por poder ayudarlo, sacarlo de su problema y poder tenerlo ahora conmigo; pero desgraciadamente la enfermedad fue más fuerte que todo lo hizo para derrotarla.

Ella entró a su vida sin anunciarse, de manera silenciosa fue terminando con todo lo que pudiera defenderlo; nadie supo de su llegada, no presento síntoma alguno, sólo un día frío de noviembre de manera sencilla cayó y jamás pudo volver a levantarse.

Le diagnosticaron leucemia, una de las enfermedades mortales más silenciosas que existen, ya que no presenta ningún síntoma hasta que es demasiado tarde para detenerla. Quedaban sólo unos cuantos días, con buena suerte quizás algunos meses, el tiempo se le iba como agua entre los dedos, quiso aferrarse a lo que le quedaba, luchar por tener una oportunidad más de reír y poder disfrutar todas las cosas que la vida le ofrecía, pero ésta vez nada sería suficiente, el destino estaba marcado y no había más que esperar a que llegara la hora de partir.

Desde el principio los doctores pronosticaban inútiles las quimioterapias y las radiaciones de yodo, ya nada se podía hacer, su organismo estaba tan dañado que el mismo pedía a gritos terminar con tanto dolor, porque lo que su cuerpo sentía y el sufrimiento de su familia iban acabando poco a poco con toda la fuerza que tenía para seguir adelante.

La hora de partir llegó, ese momento que todos sabíamos que pasaría y sin embargo nos negábamos a aceptar, sus ojos dejaron de ver la luz a las 9:34 PM del día 9 de diciembre de 2005. Las lágrimas se apoderaron de todo aquel que tuvo la gracia de tenerlo en su camino, los que compartieron con él un fragmento de sus apenas 19 años, pero sobre todo aquellos que tuvimos la oportunidad de tenerlo como amigo, como hermano…como todo.

Justo ahora me pregunto ¿Qué hubiera pasado si se hubiera dado cuenta a tiempo? Tal vez aún estaría escuchando su hermosa risa, mirando sus bellos ojos, tocando sus suaves manos y sintiendo sus cálidos abrazos, en fin, todo esto no se queda más que en un sueño por supuesto imposible, ya que el destino que lo puso en mi camino fue el mismo que me lo arrebato sin ningún remordimiento.

Desde un principio supe que cuando se fuera mi vida no sería la misma, ya no podría estar con él para compartirle mis sueños y escuchar los suyos, mis ojos se inundaban cada que imaginaba su partida; ahora se que la realidad es más cruel de lo que puedes llegar a pensar, el dolor fue tan profundo que creí que no sería capaz de soportarlo, pero el consuelo de saber que algún día volveremos a estar juntos y las ganas para dedicarle mis triunfos son lo que me ayudaron a continuar.

A casi dos años de su partida el dolor sigue aquí, tal vez he aprendido a sobrevivir con él y a aceptarlo como compañero, pero nunca olvidare a aquella persona que me dio la lección de vida más bella que jamás pude aprender: que no aprendemos a valorar y a querer lo que tenemos hasta que es demasiado tarde.

“Leo: a pesar del tiempo nunca dejarás de estar en mi corazón y en el de todas las personas que te amaron.”

1 comentario:

Anónimo dijo...

Todo adiós es doloroso, más aún cuando sabes que se acerca y es definitivo. Si bien es cierto que de lo único que tenemos seguridad los seres humanos es de la muerte, también es cierto que no esperas que suceda en una persona joven y cercana. Es un buen texto que refleja mucho de ti. Gracias por compartir tu sentir!!